¡Seguimos descubriendo información sobre el mundo en el que se sitúa El orgullo del dragón! En esta ocasión, nuestro equipo de investigación se ha topado un texto de un libro publicado en Viria. Os dejamos su transcripción aquí, para que sea accesible a todas las personas ansiosas por descubrir más detalles sobre la cultura viriana…
Fragmento de Manifestaciones culturales de los Santos (1847), por Florian de Luca
(…) Una de las primeras cosas que nuestros niños aprenden a recitar son los nombres de los Santos y sus virtudes, el primer paso hacia el entendimiento del poder de Aión. La tradición está tan arraigada que se pasan cancioncillas de generación en generación, que suelen ser especialmente repetidas por las niñas durante sus juegos. Muchas mujeres siguen recordando las estrofas con cariño en su madurez, y algunas las cantan mientras hacen las tareas del hogar. Es una visión y una melodía única, apreciada por todos y capaz de conmover a un hombre adulto, pues nada ablanda más el corazón de un hijo de Aión que la candidez y la inocencia de una voz femenina conocedora de las ocho virtudes.
Lo que estas cancioncillas populares suelen tener en común es la asociación entre el mes dedicado al santo y su virtud, normalmente por medio de un animal o un elemento natural reconocible por todos. San Andrai está relacionado con el deshielo que empieza tras la Cosmogénesis, y sus versos hacen hincapié en que el Santo protegerá a aquellos que trabajen con ahínco. Santa Pyria aparece como una virtuosa costurera, por lo general sentada entre las hojas de morera. Aunque algunas de las canciones difieren en cuanto al símbolo de Santa Endai debido a los cambios en su historia según las regiones (como se menciona en el capítulo 6), todas coinciden en que San Alter aparece con los brazos llenos de alimentos, habitualmente de noche para dejar su ofrenda a los más pobres sin ser visto. San Crineo destaca por sus sencillos ropajes, aunque muchos cancioneros juegan con el verso típico «vestido de oro», para hacer referencia tanto a los colores del otoño como a la sencillez como el más rico de los atuendos. Santa Galí aparece en algunas versiones con una rama de olivo, a raíz de alguna equivalencia entre la serenidad que representa y la paz, pero es más común encontrarla sentada en un prado, una decisión que puede ser consecuencia, también, de la gran imaginería visual creada por un grupo de artistas que centraron sus obras en ella allá por la década de 1760. Más estable es la concepción de San Millie como un hombre humilde, con los brazos abiertos, que recibe a todo tipo de personas sin importar su procedencia o sus faltas pasadas. Para terminar, a San Brug se lo asocia con la roca: es un símbolo de su fortaleza y, además, la iconografía religiosa del área de Mons ha tenido una repercusión importante en nuestra concepción del Santo, pues sus altares suelen aparecer excavados directamente en la piedra.