La flor y la muerte, Olympus, Relatos

Relato: Propósitos de fin de curso

¡Hola una semana más!

Como os mencionábamos en la anterior entrada, tenemos bastante contenido creado alrededor de La flor y la muerte que se quedó fuera de la novela, así que vamos a ir subiendo algunas cosas poco a poco a la web. En este caso tenemos un relato desde el punto de vista de Aden sobre la noche en la que él y Asha se graduaron en el instituto. ¡Y esta vez no contiene spoilers de la trama ni de la novela, así que sentíos libres para leerlo incluso si no habéis leído La flor y la muerte!

Encabezado: Aden

Con Asha es sorprendentemente fácil olvidarme de la hora. De hecho, contra todo pronóstico, tiendo a olvidarme completamente del reloj. No lo miro con compulsión, como en las clases, ni cronometro mis acciones, como cuando tengo un proyecto entre manos. Mi padre siempre dice que el tiempo es oro, que un Hefesto tiene que ser consciente de cuánto puede invertir en cada acción. No debemos acostumbrarnos a permitir que simplemente pasen los minutos en aquello que no va a dar rendimiento.

Con mi mejor amiga, sin embargo, todo es diferente.

Al fin y al cabo, llevamos un par de horas ya en esta esquina, sin hacer nada, simplemente charlando y riendo y bebiendo. Es el último día del curso, la última vez que vamos a ver a algunas de las personas de la sala.

A muchas, desde luego, querríamos quitárnoslas de encima en este momento instante.

—Minna y su grupo no dejan de mirarnos.

Observo por encima de mi vaso en la dirección en la que Asha ha hecho un gesto con la cabeza. Minna, vestida de un amarillo con el que jamás podría ser otra cosa que el centro de atención, trata de fingir como que no se da cuenta de nuestra presencia, incluso si sus ojos no dejan de volar hacia nosotros.

Paladeo algo que no tiene nada que ver con el alcohol. Me gustaría alzar la mano y saludarla, y dejarle bien claro que no está siendo sutil. En lugar de eso, me sobresalto cuando el brazo de Asha se enreda en el mío y su mano roza la mía, entre nuestros cuerpos. Sus dedos me hacen cosquillas en la palma de la mano y yo los atrapo y me vuelvo hacia ella con una sonrisa. 

Así que estamos jugando a eso.

—Realmente quieres darles de qué hablar, ¿verdad? —murmuro.

Ella ríe como si le hubiera dicho algo extremadamente divertido.

—Minna está cagada —ronronea. Su aliento huele a alcohol, y no recuerdo haber visto su vaso vacío en toda la noche. 

Así que esta será, al fin, el día en que le devuelva el favor que me hizo ella hace tres años, cuando cuidó de tras mi más bien poco triunfal borrachera en el Aniversario de la Fundación. 

—Dos Hijos conspirando —apunto—. Probablemente crea que estemos tramando cómo derrocar a Zeus y unirnos como soberanos de Olympus y de la galaxia. El resto de Servicios tendrá que hincar la rodilla ante Hefesto y Hades.

A Asha eso parece hacerle mucha más gracia de lo que tendría cualquier otra noche.

—Si creyera que sólo conspiramos no sería tan horrible —me asegura, con las cejas arqueadas en una expresión casi lasciva.

—Mañana todo el mundo sabrá esto y se creerá lo que no es. —Haber venido al baile juntos es una cosa, pero que nos miren tocarnos, cuando siempre solemos guardar las distancias…

Asha finge ponerme bien el cuello de la camisa y me lanza una mirada de fingida adoración. Menuda lianta.

—Si es así cómo se siente el poder, no me extraña que lo consideren una droga.

No puedo evitar esbozar una sonrisa.

—A lo mejor deberíamos fingir salir de verdad —comenta.

Casi se me escapa una carcajada. A mi padre le daría un ataque, probablemente, y no sé si quiero eso. La idea de tener que hacerme cargo del Servicio tan joven no parece una opción. Además, soy yo quien lo va a tener que ver todos los días durante el breve descanso de verano.

La simple idea consigue que me baje un escalofrío por la espalda. No es que mi padre sea malo, exactamente. A veces, incluso puede ser una buena compañía. Pero toda su vida gira alrededor del Servicio, y espera que la mía también lo haga. No tiene nada en contra de que tenga amigos, de que haga alianzas de las que pueda sacar beneficio en un futuro, pero ¿sentimientos? Probablemente los considere innecesarios.

Y es cierto que puedo entender de dónde viene ese escepticismo. El romance te aparta los pies del suelo. Puede ser una distracción. Por eso siempre he intentado mantenerme alejado de eso. Cuando Armand lo menciona (y parece inevitable ser amigo de Armand y no tener una conversación sobre el amor al menos una vez cada quince días), yo siempre sacudo la cabeza y digo que no estoy interesado. Nunca he permitido las atenciones de nadie. 

Y está entre mis planes que eso vaya a seguir así. 

Así que casi puedo ver las ventajas en el plan borracho de Asha.

—Al menos así nos dejarían en paz. 

—A lo mejor así nos hacen compañeros de cuarto en la Akademeia.

No me atrevo ni siquiera a hacerme ilusiones, porque sé que el golpe será más duro si lo hago. ¿Cuáles son las posibilidades de que eso ocurra? Tengo la respuesta a los cálculos en la punta de la lengua, pero el alcohol me hace lento de reflejos y consigue que las probabilidades se me escapen entre los dedos. Demasiado bajas, eso seguro.

—O a lo mejor os emparejan a ti y a Minna. Para que zanjéis de una maldita vez a puerta cerrada quién es la mejor. Solamente una tendrá derecho a graduarse. El cuerpo de la otra será usado como combustible para la flota de los cadetes.

La idea le provoca un inesperado ataque de risa que me acaba contagiando.

Contra todo pronóstico, al cabo de un minuto, deja su copa en el suelo, contra la pared, y tira de mí aprovechando que todavía no he soltado su mano. Me arrastra fuera, lejos de la gente, del sonido estridente de la música. Aun así, sé que no me imagino los ojos fijos en mi espalda, que nos siguen hasta que las puertas se cierran detrás de nosotros.

El aire fresco me da una bofetada en la cara. Hay parejas que han salido de la fiesta, como nosotros, aunque ellos caminan por los lugares con menos luz y se escabullen en las sombras buscando más intimidad.

Con nuestra suerte, los que se han quedado dentro pensarán lo mismo de nosotros. 

Asha no me suelta de la mano mientras avanzamos por los caminos que se abren entre los disciplinados setos, casi tan artificiales como el edificio que dejamos atrás. Solo tienen la función de parecer bonitos, como muchas cosas en Olympus.

La estatua del fundador del instituto (un Atenea al que alguien le pareció buena idea construirle un monumento) nos mira con cierta censura desde su pedestal, y Asha decide tirarse en el césped artificial justo allí, como si retara al hombre de metal a impedírselo. Me recuesto a su lado, con los brazos detrás de la cabeza para estar más cómodo, y miro al cielo. Las estrellas no son visibles nunca en esta ciudad, porque hay demasiadas luces brillando todo el tiempo, pero yo cierro los ojos y las veo bailar tras mis párpados. Quizá por eso hacen que nos las aprendamos en el colegio.

—¿Aden? 

No estoy dormido cuando Asha pronuncia mi nombre, no sé si segundos o minutos después de que cierre los ojos, aunque mi mente parece ir mucho más lenta ahora.

—¿Mmm?  

—Quiero que en la Akademeia podamos sentirnos así siempre —murmura. Nuestros ojos se encuentran—. Pero no porque la gente piense que salimos —añade, como si la explicación fuera necesaria.

—¿Es eso un deseo o un propósito?

Hay un instante de silencio, mientras ella procesa la pregunta.

—Un propósito —decide. Se incorpora, aunque es obvio que al hacerlo empieza a darle vueltas la cabeza, y sus manos se aferran al césped como si así fuese a conseguir que la línea del horizonte se estabilizara—. Seré comandante de nuestro grupo. Del primer grupo. Y tú, mi oficial. Y con nuestro equipo, sea el que sea, nos convertiremos en los mejores en la competición. Nunca ha ganado una comandante de Hades, no sé ni siquiera si ha habido alguna comandante de Hades en alguno de los equipos, porque creen que solo servimos para obedecer, para encargarnos de las pérdidas o hacer el trabajo sucio. Pero yo les demostraré que puedo ser una líder y tener un equipo que me respete. ¿Qué me dices? 

Asha está jadeando después de ese monólogo, pero nunca había visto esa expresión tan decidida en ella. Nunca había visto su rostro realmente ilusionado.

Ni siquiera necesitaría conocerla como lo hago para saber lo importante que es esto para ella.

Con un poco más de cuidado del que Asha ha tenido, me incorporo. Casi me parece sentir cómo Marte gira sobre su axis, incluso si no he bebido tanto como ella. Sonrío.

—Que te seguiré hasta la otra punta de la galaxia si es necesario, comandante —murmuro.

Si es con ella, estoy seguro de que cualquier cosa es posible.


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1 comentario en “Relato: Propósitos de fin de curso”

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