Libros, Relatos, Sueños de piedra

Relato de San Valentín (Sueños de Piedra)

¡Hola a todos de nuevo por aquí!

Sí, sabemos que llevamos mucho tiempo sin actualizar, pero han sido unos meses locos desde que salió Sueños de Piedra. Hemos estado en varias ciudades presentando, y además en este lapso de tiempo hemos escrito otras dos novelas. Una de ellas es Títeres de la magia, spinoff de Sueños de Piedra, que verá la luz este mismo año y de la que pronto sabréis más. La otra, un proyecto del que esperamos contaros cositas pronto.

De todos modos, si queréis saber más de nosotras y nuestras publicaciones, siempre os recomendamos que mejor nos sigáis en redes sociales: las actualizamos con muchísima más asiduidad que esta web, que tenemos como material de apoyo para publicaciones muy grandes.

Como hoy, por ejemplo.

¡Y es que hoy es San Valentín, el día de las grandes superficies y el consumismo amoroso los Enamorados! Y a Selene y a mí se nos ha ocurrido que podíamos regalaros algo a los lectores por ello. Así que se nos ocurrió hacer un relato que muchos lectores de Sueños de Piedra nos han pedido: un «qué pasó después». Este relato contiene spoilers de toda la novela, así que si todavía no has leído el libro, o lo estás leyendo pero no lo has terminado, ¡retrocede y vuelve aquí cuando lo leas! 😉

A partir de aquí, spoilers: 

Para el relato hemos decidido coger el primer reencuentro de Lynne y Arthmael después de que tengan que separarse. No nos parecía justo que lo narrase solo una persona, así que lo hemos hecho a doble voz. La letra normal, como podréis averiguar, representa a Lynne, y la negrita a Arthmael.

Dicho esto… esperamos que os guste, y feliz San Valentín 😉

Lynnael1
Fanart de Lynne y Arthmael realizado por Marta Montell.

Reencuentro

Aunque llegué al mundo hace ya dieciocho años, mi vida de verdad comenzó hace solo uno en este mismo lugar.

Cuando encuentro el claro que me vio huir de Duan hace muchos meses, el tiempo parece retroceder. En cualquier momento, una pequeña vocecilla surgirá del suelo y me dirá que está perdida, y yo descubriré que las ranas pueden hablar, o más bien que no todos los hechiceros son poderosos. En cualquier momento, las piedras se removerán y yo miraré con desprecio a la figura que emerja entre ellas, y pensaré en cómo deshacerme de una compañía tan desagradable. En cualquier momento…

Pero nada de eso va a pasar, porque el pasado no vuelve. En cambio, el presente sigue aquí, recordándome cuántas cosas han cambiado. Aquella noche yo era una chica perdida y rota, de heridas mal cosidas que se deshacía un poco más en cada paso. Ahora, mis heridas han sido lavadas y desinfectadas por el agua de mar, y lentamente cicatrizan. De vez en cuando, sobre todo por las noches, se abren. Aquella noche la voz de un antiguo carcelero me perseguía sin cesar, y a día de hoy esa voz todavía me dice cuántas cosas no puedo conseguir. Sin embargo, donde antes esa voz gritaba ahora solo hay un susurro, un siseo molesto que me esfuerzo en acallar con cada nueva orden a mi tripulación o cada negocio que surge poco a poco. Aquella noche, yo era una prostituta que huía de un pasado que no quería recordar. Hoy, soy muy consciente de mi pasado y de que no volveré a él. Hoy tengo un negocio, una pequeña nave mercante y algunas personas a mi cargo. No sé hasta dónde llegará mi oportunidad, no sé cuánto de mi sueño llegaré a alcanzar, pero sí que donde antes solo había oscuridad hoy hay un futuro que aguarda a ver qué puedo hacer con él.

Desciendo de mi montura, alquilada por unas monedas de las que tiempo atrás me habría costado mucho deshacerme. El animal bufa y yo acaricio sus crines mientras miro alrededor, conteniendo la respiración. La luz de la luna ilumina al tiempo que lo llena todo de sombras. Estoy completamente sola. Soy capaz de ver la entrada al pasadizo, y ese vistazo es suficiente para que otros recuerdos ocupen mi cabeza. Recuerdos de burlas, caricias y besos. Recuerdos de promesas y cartas en las que dos personas separadas se prometían un día de reencuentro.

Este día.

Trago saliva, atando al caballo. Después, aunque dudo, me acerco unos pasos. Es como si nadie hubiera salido por ahí nunca, aunque yo sé que eso no es cierto: al menos dos personas salieron por esa vía de escape hace un año. Al menos yo. Al menos él…

¿Cómo habrá pasado el tiempo para él? ¿Cómo habrá pasado el tiempo para nosotros? Quizá cuando nos veamos después de tanto tiempo solo descubramos en el otro a un extraño. Incluso con todas las palabras de amor escritas, incluso con todas las historias que nos hemos contado en este tiempo. Quizá veamos a un fantasma del pasado, y sonriamos con añoranza. Puede que el corazón no se acelere, y que descubramos que lo que guardábamos con tanto aprecio no era amor de verdad, solo un recuerdo de días felices con alguien a quien le regalamos nuestro aliento y latidos.

Y nada más.

Quizá ni siquiera venga.

Me encojo, con miedo. La mujer en la que he estado luchando por convertirme da un paso atrás para volver a la niña con miedos y demasiados monstruos bajo la cama. La que cree que nadie puede quererla…

Intento coger aire y respirar. Intento que el tiempo que ha pasado no me dé miedo.

Quizá lo que más me asuste es pensar que los dos hemos cambiado. Y que puede que ya no estemos hechos para estar juntos.

No me doy cuenta de que he llegado al final del pasadizo hasta que me golpeo contra la pared de piedras y estoy a punto de caerme. Dejo escapar una exclamación y un improperio, y me llevo una mano a la rodilla, aunque probablemente solo vaya a salirme un moratón. No puedo evitar alegrarme de que nadie me haya visto. Llego a dar una escena así en público y sería el hazmerreír de la corte durante al menos una luna.

Arthmael el de las rodillas moradas. Seguro que eso les daría mucho de lo que hablar. Y las canciones de taberna… Bueno, desde la última, ya no sé si me gustan tanto. Prefiero no pensarlo. En lugar de eso, a tientas, voy apartando las piedras que taponan el oscuro túnel. Apenas veo la sombra de mi mano en la oscuridad, pero sé que al otro lado de la precaria pared está el mundo, esperando. Y… ella. Cojo aire, y mis fuerzas parecen renovarse. Ella, a la que no he visto durante casi un año. Ella, con su risa difícil de conseguir. Ella, con sus burlas. Con sus ganas de vivir…

Un rayo de luna se cuela en el pasadizo. Luz de estrellas, en la entrada de una cueva. El aire frío de la noche me abofetea la cara y el hedor a humedad del pasadizo es sustituido por el perfume a bosque y a noche. Durante una luna, el año pasado, ese olor se convirtió en poco menos que un hogar para mí. Recuerdo las noches a la intemperie, con la leña ardiendo cerca en una hoguera que nos daba luz y calor. Sonrío al darme cuenta de lo mucho que he echado de menos esos momentos, incluso cuando he pasado las últimas lunas viviendo como he querido, como… bueno, un rey. Pero siempre ha habido algo en la aventura, en no saber qué va a pasar a continuación, que me atrae más que cualquier fiesta en la corte o cualquier tarde de cacería.

Además, los nobles y yo no parecemos tener el mismo sentido del humor.

Me deslizo por el hueco que he conseguido abrir, no sin llevarme algún arañazo. La ropa se engancha en los bordes afilados de las piedras, pero no me importa: es ropa vieja, preparada para este viaje, cómoda y desgastada. Por supuesto, he tenido que conseguirla a espaldas de Jacques, como sin decirle nada me he marchado esta noche. Mañana, cuando despierte, encontrará sobre mi cama una carta en la que le pido que cuide del reino durante una luna. Probablemente me insulte de todas las formas posibles, incluso si mi hermano suele presumir de ser todo un caballero. Probablemente acepte la obligación y cubra mi desaparición solo por el bien del reino. Y estoy seguro de que cuando vuelva, no solo me regañará, sino que hará todo lo posible para recordarme lo decepcionado que está conmigo… Y le dirá a las cocineras que nada de postre para mí.

Pongo las piedras de nuevo en su sitio, tapando la entrada, y me prometo que mandaré construir una puerta con un gran cerrojo para la próxima vez: quizá vaya a ser más obvio que es una salida, pero también será más seguro que un montón de piedras. Me levanto y me sacudo la ropa, intentando parecer lo más presentable posible. Sé que es temprano, bastante antes de la hora acordada, pero tenía miedo de retrasarme. Así pues, salgo de la pequeña cueva que esconde la entrada secreta. Escucho el relincho suave de un caballo y doy un respingo, llevando la mano a mi empuñadura, casi sin pensar. Al instante siguiente, sin embargo, me relajo. No hay peligro para mí. Nadie sabe que estoy aquí. Solo una persona.

Como si mi pensamiento la hubiese convocado, ella sale de entre las sombras.

Lynne…

Su nombre escapa de entre mis labios como un suspiro. Como un hechizo, capaz de hacer magia. Capaz de curar las noches tumbado en mi cama, despierto, deseándola a mi lado. Capaz de borrar las tardes perdidas en recordarla, tras leer sus cartas. Capaz de hacer que toda la espera haya merecido la pena. Capaz de convocar la sonrisa, que llega a mis labios de improviso, imparable y sincera.

En esta noche clara, mi compañera de aventuras, una de las dos únicas personas que sabe lo que ocurrió durante la luna que dejé Silfos, ha vuelto. Y, aunque no puedo asegurarlo, juraría que no ha cambiado. Que sigue siendo tal y como la recordaba, aunque ahora ha abandonado su corpiño por una casaca oscura y su cabello está recogido en una trenza y no suelto y revoltoso como siempre. Y, aunque no puedo asegurarlo, juraría que no es la misma persona, igual que tras un mes juntos la chica que conocí y la que se fue a cumplir sus sueños no eran la misma.

Mis pies se mueven por inercia. Me doy cuenta cuando ya he dado un par de pasos, como si su sola presencia me atrajera. Como si no pudiera evitar avanzar hacia ella, que permanece quieta, plantada al suelo.  Me observa con los ojos muy abiertos, y creo que coge aire, pero nada más. Daría cualquier cosa por saber qué pasa por su cabeza. No es este el recibimiento que me esperaba. Despierto, anoche, la imaginé corriendo hacia mí, lanzándose a mis brazos, robándome todos los besos que nos hemos estado enviando por carta. Pero no hay nada de eso.  Solo hay una expresión que parece tensa, casi incrédula… ¿Es que no esperaba que viniera? Me pregunto si algo habrá cambiado. Si ella no siente el aleteo en el estómago al verme. Si no le pican las yemas de los dedos de anticipación. Quiero tocarla. ¿No quiere ella abrazarme? ¿Por qué…?

Me detengo a un paso. Apenas debe de separarnos un palmo, pero a mí me parece que nos distanciase un mar entero. Dime algo, quiero gritarle. Lo que sea. Mi nombre. Un saludo. Una risa. Cualquier cosa. Cualquier cosa que me ayude a saber si siente lo mismo que yo. Si nada ha cambiado o, por el contrario…

Trago saliva, pero alzo una mano. Mi palma acaricia su mejilla. Su cabeza se inclina hacia mi piel, buscando el contacto. Sus ojos van a los míos, y suspira. No habla, incluso entonces, pero da igual, porque a mí el corazón se me acelera simplemente con eso. Había olvidado lo suave que era su piel. Lo cálida que resultaba contra mis dedos fríos. Mi otro brazo se cuela alrededor de su cintura.

Sin una sola palabra, la atraigo hacia mí y la envuelvo en un fuerte abrazo.

Cuando sus brazos me rodean, reacciono. Recuerdo una cabaña, mucho tiempo atrás, y un abrazo como este. Igual de cálido, igual de extraño al mismo tiempo. Cojo aire, con dificultad. Mis pulmones parecen pedir más sitio, sintiéndose constreñidos entre la cárcel de mis costillas. Todos los sonidos del mundo, acallados desde que él apareció por el sonido demasiado alto de mi corazón, vuelven al mismo tiempo. De pronto soy muy consciente del susurro del viento, del siseo de las hojas de los árboles o el arrullo del riachuelo que corre tras nosotros. Pero sobre todo, soy consciente de él. De su respiración, de su voz volviendo a pronunciar mi nombre como la primera vez, con cuidado.

De pronto, todas las preocupaciones desaparecen. Todos los pensamientos desperdigados vuelven a su lugar, encajando perfectamente. El tiempo no ha pasado. En este abrazo volvemos a ser los mismos de hace un año, los mismos de aquella cabaña, o los que se despidieron entre besos.

No puedo evitar sonreír.

—Arthmael…

Su abrazo se estrecha todavía más cuando me escucha pronunciar su nombre. Su rostro se esconde en mi cuello. Resulta raro, porque llevo demasiados meses sin recibir un gesto así de nadie; lo máximo para lo que me han tocado y para lo que yo he tocado ha sido para estrechar manos en busca de tratos. Aldric a veces me pone una mano en el hombro, pero eso es todo. Esto, sin embargo… Esto es algo solo de Arthmael y mío. Con él puedo estar tranquila, con él mi cuerpo no reacciona erizándose y huyendo. Por eso puedo cerrar los ojos y apoyar mi frente en su hombro. Por eso mis manos se alzan y mis dedos encuentran su camisa, enredándose a ella. Creo que el príncipe (y da igual que ya tenga su corona, para mí sigue siendo el príncipe) respira con alivio al sentir que yo también le busco.

Al sentir que, al fin, hemos vuelto a encontrarnos.

Las palabras están entonces de más. No las necesitamos. Hemos intercambiado muchas, a lo largo de estos meses. Mucha nostalgia y muchos recuerdos de pasado y planes de futuro. En cada carta desperdiciábamos tinta como si las caricias de la pluma sobre el papel pudieran sustituir a las que no podíamos darnos.

Cuando nos separamos, solo un poco, nos miramos. Ha cambiado, en este tiempo. No sé si se ha dejado crecer la barba o solo se ha olvidado de cortársela, pero no está tan rasurado como antes. Sus cabellos también parecen algo más largos. Los ángulos de su cara, más marcados, decididos a dejar atrás la juventud. Pero sus ojos siguen siendo los mismos, claros y brillantes, llenos de alegría. Su sonrisa, cuando aparece, no es el gesto travieso de las bromas que siempre nos hemos lanzado, sino el dulce que le hace parecer más niño, más inocente, incluso si eso es lo último que es.

Y yo he echado de menos besar esa sonrisa.

Cuando nuestros labios se encuentran es una colisión natural, resultado de una búsqueda mutua. Nos encontramos a medio camino y recuperamos la humedad y el calor de nuestros besos. Suspiramos, casi al mismo tiempo, con anhelo, y tengo la impresión de que ni entonces dejamos de sonreír.

En este beso, en este abrazo, recuperamos todo lo que dejamos atrás hace un año.

Tardamos en volver a reconocernos. En volver a grabarnos a fuego cada recoveco de la boca del otro. Intentamos separarnos y respirar muchas veces, pero cada vez que lo hacemos recordamos cada día sin poder besarnos y volvemos a caer. Entre medias, sin embargo, encontramos la voz, aunque sea solo para susurrar entre respiraciones aceleradas:

—Has venido —le digo. Y solo espero que no me culpe por parecer incrédula.

—Te dije que te esperaría. Siempre. Seguiré esperando…

—Te echaba de menos…

—Jacques te odia por todos los días que no he hecho nada por pensar en ti.

Reímos. Más besos.

—Pareces más regio…

Siempre he sido regio, aunque tú fueses una sublevada… Ahora haré que te arrodilles ante mí.

Volvemos a reír. Y no tengo miedo de que esta felicidad se acabe, porque ahora es nuestra, nos la hemos ganado, y la tendremos al menos por un mes más.

—Tienes que contarme todo de tus viajes.

—Ya lo sabes todo.

—Pero quiero ver tu rostro cuando me lo cuentes, Lynne. Y quiero besarte con orgullo por cada cosa que hayas conseguido.

Me ruborizo, como una estúpida. Pero no me da tiempo de avergonzarme demasiado, porque él sonríe con su sonrisa de niño tras hacer una travesura y vuelve a besarme, y yo no me siento capaz de rechazarlo. Ya tendré tiempo de negarle besos y deseos por todo el oro de Marabilia en otro momento. Ahora no quiero hacerlo.

Cuando volvemos a separarnos, los dos hablamos a la vez:

—Te quiero.

Arthmael ríe entonces, pletórico, feliz ante el sonido de nuestras voces unidas, y me agarra bien de la cintura. Cuando me alza, grito. Cuando da una vuelta sobre sí mismo, sin dejar de estrecharme, volvemos a reír.

Supongo que así es como empieza una nueva aventura para nosotros. O como, simplemente, continúa la que nunca abandonamos.

Todavía nos queda mucho por vivir.

6 comentarios en “Relato de San Valentín (Sueños de Piedra)”

  1. Dios.Dios…
    Tengo que confesar que desde que terminé el libro no paro de llorar y creo que no voy a parar en unos días. No exagero.
    Es simplemente hermoso. Es increíble.
    Me enamoré de esta historia y por eso estoy segura que desde ahora no hay nada que pueda superarla.
    Lo amé de principio a fin.

    Le gusta a 1 persona

  2. Soy de Mexico y he tratado de encontrar una libreria donde comprar «Sueños de Piedra», Pero nada T.T. Tuve que hacer maravillas para comprarlo online :(. LLore por saber como fue su primer reencuentro T.T, y ,Muero por leer «Titeres de la magia», lo espero con ansias y que llegue a Mexico, porfavor :(. Ustedes son unas escritoras increibles¡¡¡

    Me gusta

Los comentarios están cerrados.